Guyana, de unos 791.000 habitantes, está a punto de convertirse en el cuarto productor de petróleo en alta mar del mundo, por delante de Qatar, Estados Unidos, México y Noruega
ANN’S GROVE, Guyana (AP) — Los pobladores de esta pequeña comunidad costera hicieron fila sobre la hierba empapada, se inclinaron hacia el micrófono y compartieron sus quejas mientras alguien en la multitud gritaba: "¡Di la verdad!”
Y así lo hicieron. Uno por uno, enlistaron lo que querían: una biblioteca, alumbrado público, autobuses escolares, viviendas, una tienda de comestibles, electricidad confiable, calles más anchas y mejores puentes.
“Por favor, ayúdennos”, dijo Evadne Pellew-Fomundam, una mujer de 70 años que vive en Ann’s Grove —una de las comunidades más pobres de Guyana— al primer ministro del país y a otros funcionarios, que organizaron la reunión para escuchar las preocupaciones de la gente e impulsar la imagen de su partido antes de las elecciones municipales.
La lista de necesidades es larga en este país sudamericano de unos 791.000 habitantes que está a punto de convertirse en el cuarto productor de petróleo en alta mar del mundo, por delante de Qatar, Estados Unidos, México y Noruega. El auge petrolero generará miles de millones de dólares para esta nación en gran parte empobrecida. También es seguro que desatará amargas disputas sobre cómo se debería gastar la riqueza en un lugar donde la política está marcadamente dividida con base en líneas étnicas: el 29% de la población es descendiente de africanos y el 40% de las Indias Orientales, de sirvientes contratados que llegaron a Guyana tras la abolición de la esclavitud.
El cambio ya es visible en este país, que tiene una rica cultura caribeña y alguna vez fue conocido como la “Venecia de las Indias Occidentales”. Guyana está entrelazada por canales y salpicada de pueblos llamados “Ahora o nunca” y “Desenfadado”, que ahora coexisten con comunidades cerradas con nombres como “Windsor Estates”.
En la capital, Georgetown, edificios de vidrio, acero y concreto se elevan por encima de estructuras de madera de la época colonial, con ventanas de guillotina cerradas, que se deterioran lentamente. Los agricultores plantan brócoli y otros cultivos nuevos, los restaurantes ofrecen mejores cortes de carne y el gobierno ha contratado a una empresa europea para producir salchichas locales, en un momento en que los trabajadores extranjeros transforman el perfil de consumo de Guyana.
Con 1.600 millones de dólares en ingresos petroleros hasta ahora, el gobierno ha lanzado proyectos de infraestructura que incluyen la construcción de 12 hospitales, siete hoteles, gran cantidad de escuelas, dos carreteras principales, su primer puerto de aguas profundas y un proyecto de 1.900 millones de dólares para generar electricidad a partir de gas natural que, según dijo el vicepresidente Bharrat Jagdeo a The Associated Press, duplicará la producción de energía de Guyana y reducirá a la mitad las elevadas facturas de electricidad.
Y si bien los proyectos han creado empleos, es raro que los guyaneses trabajen directamente en la industria petrolera. El trabajo de perforación en el fondo del océano es altamente técnico, y el país no ofrece esa capacitación.
A los expertos les preocupa que Guyana no cuente con la experiencia ni el marco jurídico y regulatorio para manejar la afluencia de riqueza. Advierten que podría debilitar las instituciones democráticas y llevar al país por un camino como el de la vecina Venezuela, un petroestado sumido en un caos político y económico.
“La inestabilidad política de Guyana genera preocupaciones de que el país no está preparado para su riqueza recién hallada sin un plan para administrar los nuevos ingresos y distribuir equitativamente los beneficios financieros”, según un informe de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés), que reconoció las profundas rivalidades étnicas del país.
Un consorcio encabezado por ExxonMobil descubrió los primeros depósitos grandes de petróleo en mayo de 2015 a más de 190 kilómetros (100 millas) de la costa de Guyana, uno de los países más pobres de América del Sur pese a contar con grandes reservas de oro, diamantes y bauxita. Más de 40% de la población vivía con menos de 5,50 dólares al día cuando comenzó la producción en diciembre de 2019, y se prevé que la producción de unos 380.000 barriles diarios se incremente a 1,2 millones para 2027.
Un solo bloque petrolero de los más de una docena que se encuentran frente a la costa de Guyana está valuado en 41.000 millones de dólares. Junto con depósitos de crudo adicionales hallados cerca, generará un estimado de 10.000 millones anuales para el gobierno, de acuerdo con cálculos de USAID. Se prevé que esa cifra aumente a 157.000 millones de dólares para 2040, indicó Rystad Energy, una consultora de energía independiente con sede en Noruega.
Guyana, que tiene una de las tasas de emigración más altas del mundo con más de 55% de su población viviendo en el extranjero, ahora cuenta con una de las mayores participaciones de petróleo per cápita del mundo. También se calcula que tenga una de las economías de más rápido crecimiento en el planeta, según un informe del Banco Mundial.
La transformación ha atraído de vuelta a guyaneses como Andrew Rampersaud, un orfebre de 50 años que salió de Trinidad en julio pasado con su esposa y cuatro hijas, alentado por los cambios que vio en su país.
Fabrica unos 20 pares de aretes y cuatro collares al día, la mayoría con oro de Guyana, pero donde realmente ha notado la diferencia es en los bienes raíces. Rampersaud posee siete unidades de alquiler y, antes del descubrimiento de petróleo, era consultado aproximadamente una vez al mes.
Ahora recibe llamadas de tres o cuatro personas diariamente. Y, a diferencia de antes, siempre pagan a tiempo en un país donde un apartamento de dos dormitorios ahora cuesta 900 dólares, el triple del precio de 2010, de acuerdo con datos de la Asociación de Bienes Raíces de Guyana.
Pero muchos guyaneses, incluyendo quienes viven en Ann’s Grove, se preguntan si su comunidad alguna vez verá algo de esa riqueza. Aquí, las cabras deambulan por la calle principal del pueblo, lo suficientemente ancha para el paso de un solo automóvil o la ocasional carreta tirada por caballos. Los perros corren entre casas de madera con techos de zinc, y el único mercado donde los comerciantes vendían frutas y verduras es ahora un burdel improvisado.
“Esperaba una mejor vida desde que comenzó la perforación”, dijo Felasha Duncan, una madre de tres hijos de 36 años que conversaba mientras le trenzaban extensiones de color rosa brillante en el cabello en un salón de belleza al aire libre.
Calle abajo, Ron Collins, de 31 años, estaba ocupado haciendo bloques de hormigón, y dijo que ni se molestó en acudir a la reciente reunión del sábado por la mañana con los funcionarios.
“No tiene sentido”, manifestó, apoyándose en su pala.
Collins no cree que su pueblo se beneficiará de los proyectos en curso que han dado empleo a personas como Shaquiel Pereira, que ayuda en el desarrollo de una de las nuevas carreteras y gana el doble de dinero de lo que obtenía hace tres meses como electricista. El joven de 25 años compró un terreno en el oeste de Guyana el mes pasado y ahora está ahorrando para construir su primera casa y comprar un auto nuevo.
“Me siento optimista”, dijo mientras veía la nueva carretera desde su automóvil, deteniéndose antes del viaje de una hora a casa.
Su jefe, el ingeniero Arif Hafeez, dijo que, si bien la gente no ve el dinero proveniente del petróleo directamente en sus bolsillos a través de aumentos en los salarios de los servidores públicos, los proyectos de construcción están generando empleos y las nuevas carreteras impulsarán la economía.
“Dicen que se parecerá a Dubái, pero yo no sé nada de eso”, señaló riéndose.
En una feria del empleo en la Universidad de Guyana, eran evidentes el entusiasmo y la curiosidad cuando los estudiantes se reunieron con compañías petroleras, empresas de apoyo y servicios, y grupos agrícolas.
Entre quienes recibían a los estudiantes estaba Sherry Thompson, de 43 años, exoperadora del conmutador de un hospital y gerente de una pensión local que se incorporó a una empresa que ofrece servicios, tales como transporte para los vicepresidentes de las principales compañías petroleras.
“Sentía que mi vida no iba a ninguna parte, y quería un futuro para mí”, dijo Thompson.
Trabajos como el suyo ahora abundan, pero es raro encontrar guyaneses laborando directamente en la industria petrolera.
Richie Bachan, de 47 años, es una de las excepciones. Como extrabajador de la construcción, contaba con las bases, con algo de capacitación adicional, para empezar hace dos años a trabajar como peón, ensamblando y reparando equipos en la industria petrolera en alta mar. Su salario se triplicó y su familia se ha beneficiado de ello: “Comemos mejor. Nos vestimos mejor. Podemos mantenernos al día con nuestras facturas”.
Pero más allá de la lista de proyectos de infraestructura y empleos que se están creando, los expertos advierten que la enorme ganancia inesperada podría abrumar a Guyana.
“El país no se está preparando y no estaba preparado para el repentino descubrimiento de petróleo”, sostuvo Lucas Perelló, profesor de ciencias políticas en el Skidmore College de Nueva York.
Tres años después de que en 2015 se hallara petróleo estalló una crisis política en Guyana, donde predominan dos partidos principales: El Partido Progresista del Pueblo, que representa a los indoguyaneses, y el Congreso Nacional del Pueblo, representativo de los afroguyaneses, el cual formó una coalición con otros partidos.
Esa coalición se disolvió después de que una moción de censura aprobada por diferencia de un solo voto en 2018 abrió paso a las elecciones generales anticipadas en 2020. En ellas, el Partido Progresista del Pueblo ganó por un escaño en una contienda que aún se disputa en la corte.
“Por eso las elecciones de 2020 fueron tan importantes. Todo el mundo sabía lo que estaba en juego”, dijo Perelló.
El informe de USAID acusó al gobierno anterior de falta de transparencia en las negociaciones y acuerdos petroleros con los inversionistas, y añadió que la “tremenda afluencia de dinero abre muchas vías para la corrupción”.
Cuando The Associated Press le preguntó al primer ministro Mark Phillips sobre las preocupaciones por corrupción, sus encargados de prensa trataron de ponerle fin a la entrevista antes de que él interviniera, indicando que su partido tenía una política de cero tolerancia: “Dondequiera que exista la corrupción, estamos comprometidos a erradicarla”.
Guyana firmó el acuerdo en 2016 con el consorcio ExxonMobil, que incluye a Hess Corporation y CNOOC de China, pero no hizo público el contrato hasta 2017 a pesar de las exigencias de que fuera dado a conocer de inmediato.
El contrato señala que Guyana recibiría 50% de las ganancias, en comparación con otros acuerdos en que Brasil obtuvo el 61% y Estados Unidos el 40%, según Rystad Energy. Pero muchos han criticado que Guyana sólo obtendrá regalías de 2%, algo que, según el vicepresidente Jagdeo, el gobierno actual procurará incrementar a 10% para acuerdos futuros.
“El contrato es anticipado, unilateral y está plagado de lagunas fiscales, de desmantelamiento de activos y otros puntos que favorecen a las compañías petroleras”, según un informe del Instituto de Economía Energética y Análisis Financiero, con sede en Ohio.
Aubrey Norton, líder del opositor Congreso Nacional Popular que formó parte de la coalición que firmó el acuerdo, dijo a la AP que se cometieron errores: “No tengo ninguna duda al respecto. Y por lo tanto, en el futuro, debemos rectificar esos errores”.
Los activistas también han planteado sus preocupaciones de que el auge petrolero contribuirá al cambio climático, dado que un barril de petróleo produce un promedio de 425 kilos (940 libras) de dióxido de carbono, según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos.
La AP contactó a Meghan Macdonald, portavoz de ExxonMobil, para que comentara sobre cómo manejó la empresa el acuerdo en Guyana y las preocupaciones ambientales, e infructuosamente intentó concretar una entrevista con el principal funcionario de ExxonMobil en el país. Macdonald indicó en un comunicado que los términos del acuerdo de la compañía con el gobierno “son competitivos con otros países que se encuentran en una etapa similar de descubrimiento de recursos”.
Norton se dijo preocupado por el enfoque del gobierno actual en construir infraestructura en lugar de desarrollar personal, y agregó que teme que la riqueza petrolera intensifique las divisiones étnicas en Guyana y genere otros problemas.
“Resultará en que los ricos se vuelvan más ricos y los pobres más pobres”, aseveró.
Jagdeo, el vicepresidente que alguna vez fue presidente, dijo a la AP que su partido ha creado un fondo especial para los ingresos del petróleo con garantías para prevenir la corrupción, incluyendo el nombramiento de un monitor independiente y una junta directiva para supervisar el fondo junto con el ministro de Finanzas.
Se requiere también la aprobación parlamentaria para decidir cómo se utilizarán los fondos, explicó, y señaló que los ingresos del petróleo actualmente representan apenas un tercio del presupuesto de Guyana y que los aumentos en los salarios podrían darse más adelante: “En este momento, no estamos repletos de dinero”.
“Hemos visto los errores cometidos por otros países”, dijo. “Tenemos que ser cautelosos”.
A pesar del auge petrolero, la pobreza se profundiza para algunos a medida que el costo de la vida se dispara, con alzas marcadas en los precios de productos como el azúcar, las naranjas, el aceite para cocinar, los pimientos y los plátanos, mientras que los salarios se han estancado.
Muchos siguen sobreviviendo, como Samuel Arthur, que gana 100 dólares al mes vendiendo en Georgetown y otras áreas bolsas de plástico grandes y reforzadas, y carga unos 18 kilos (40 libras) de peso todos los días.
“Todo de lo que vivimos es de promesas”, dijo sobre el auge petrolero. “Tengo que hacer esto porque no tengo otra forma de sobrevivir”.
Es el tipo de necesidad con la que muchos en Ann’s Grove están familiarizados.
Cuando terminó la reunión entre residentes y funcionarios, el primer ministro prometió que la mayoría de las peticiones serían atendidas.
“Esperamos que cumpla su promesa”, dijo el residente Clyde Wickham. Los funcionarios asintieron y prometieron regresar con más detalles sobre cómo ayudarán a Ann’s Grove.
Los esperanzados residentes aplaudieron. Y al igual que Wickham, muchos dicen que trabajarán para que el gobierno cumpla su palabra.
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